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jueves, 21 de enero de 2016

PASEOS POR LOS ALREDEDORES DE AINSA 3: AINSA- BUCHITAR-EL SOTO-AINSA

 
Aprovecho el día de la fiesta de San Sebastián para hecer un recorrido que apenas he hechos este otoño. Son algo más de dos horas de carretera y camino que merece la pena hacer en cualquier época del año.
 
 
 
Chimenea de nueva construcción en el barrio de Banastón respetuosa con la tradición del uso de la toba y del espantabrujas de piedra, coronando su tejado.

Vista de Ainsa desde el camino viejo de Ainsa a Banastón
 
 Las huellas de las pezuñas de ovejas en el barro seco
Las hojas de un enebro cuelgan hacia abajo
En la primera casa de Banastón, todavía por acabar de construir, nos saluda esta lechuza que corona uno de los extremos del tejado

Cardos secos de color rosa pálido en el pasadizo abovedado de Banastón Usana.

Aparte de los símbolos que nos salen al paso, también encontramos viejas puertas cerradas hace tiempo
 
 El pantano de Mediano se ha recuperado algo después de las últimas lluvias de enero.
 
 La rueda de hierro de un viejo aparato agrícola, una sembradora, que permanece en la tapia de una antigua era.
En esa misma era, un carro de baras, de aquellos que aún conocí funcionando en mi niñez
Sestrales y las alturas que lo dominan hacia el noroeste cubiertas de una espesa nata de nieve.

 
 La ermita del Villarcillo, con la Peña Montañesa detrás.
Una señal de estos tiempos extraños de cambios que vivimos. Una mariposa el veinte de enero
 
Y como no, otra vez las flores de almendro, que no han dejado de nacer desde diciembre, a pesar de las heladas.

 
 Sestrales, omnipresente durante todo el paseo
Una vista brumosa en dirección sur, mirando hacia la Sierra de Guara.
Otra preciosa montaña que no perdemos de vista. Navaín o Santa Marina.

Reflejos en el agua

Corteza de enebro. Vemos buenos ejemplares de ellos en el camino hasta el Buchitar

 
Corteza de pino. Lo más abundante en el camino
 El camino que nos lleva del Buchitar al Soto es ancho y cómodo de andar.
El perfil de Sestrales se hace más cercano e imponente.

A la derecha, casi confundido con el paisaje, aparce el Pueyo de Araguás
 Ya en el Soto, un rebaño de ovejas nos recibe.
 
 
 
Este muro siempre me ha parecido una obra magnífica que me recuerda los antiguos muros de Zimbabwe (salvando las distancias y la monumentalidad) 
 
 
 
 
Un almendro totalmente florido
 
Una hilera de olivos bien plantados
 
Un buen ejemplar de almendro con gran tronco
 
 
Un milano persigue a una paloma torcaz. Cuando me ve, da bruscamente la vuelta y acierto a fotografiarlo justo al girar. Por aquí abundan y se ven continuamente.

 El casco viejo de Aínsa entre la calima
Los muros que tanto tiempo costaron levantarse, se van derrumbando poco a poco, sin nadie que los repare.

El camino enfila por los terreros. Por él transcurre uno de los numerosos circuitos de bici de montaña que hay por esta zona
A ambos lados hay barrancos que hacen espectacular este tramo de sendero
Una vieja sabina de forma globular que ha nacido y vive en un lugar inhóspito y pelado. Vaya pitera que tiene.

Las margas peladas, donde crecen algunos pinos solitarios, además de enebros y sabinas.

 
El Pueyo de Araguás con Sestrales sobre él.
 
Los barranco cubiertos de pinos, mirando hacia el oeste
 
 
 Las rocas surgen de la marga como dientes irregulares.
 
 Ahora se ve el Pueyo de Araguás bajo las tres Sorores
 
El perfil de la torre de Guaso entre la bruma
 

Esta señal nos ayuda a proseguir la ruta
 

 Uno de los caballos del Soto con la Peña Montañesa al fondo

 Una ringlera(como dicen por aquí) de almendros

El Pueyo de Araguás bajo el perfil de los montes que guardan el valle de Pineta.

Las curvas de la carretera enfilan hacia Aínsa

 
Llegados a la parte baja del Barranco, nos recibe la preciosa geometría del hielo con sus bellas formas


 
 

 La torre de la iglesia de Aínsa, ya sin sol, nos reciebe, tras algo más de dos horas de camino.
 
Una luna creciente, nos anuncia que pronto, cuando pase la luna llena vendrá el tiempo de podar árboles, rosales y demás. Hay que hacer caso a la sabiduría de los viejos de la zona.



FIN DE TRAYECTO