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viernes, 3 de julio de 2015

Me recuerda a un paisaje chino con el añadido de unas aguas clarísimas color turquesa. Retazos salvajes de una costa que sin embargo tiene lugares tan domesticados.
Un lugar donde el mar se calma al atardecer y puedes elegir en qué cala recostarte a escuchar el lamer de las olas en la arena de color asalmonado.
A veces, en un viaje como éste, si no anotas todos los lugares en los que haces las fotos, se te olvida dónde están tomadas, pero enseguida se reconocen como propias de la Costa Brava y la belleza del paraje hace que sea secundario ubicarlas o no.
Cuando pasé por las costas de Bagur tenía la impresión de que esta localidad estaba omnipresente. La asolación a la que sometieron los normandos a la Costa Brava contribuyó a que los habitantes del litoral se establecieran en el interior, siendo el caso de San Miquel de Culera, Llança, la Selva, Bagur, Palafrugell...El cabo de Begur es muy sinuoso, con playas escondidas y parajes de los más bellos de toda la Costa Brava. El camino de ronda deja, a veces, de existir y has de buscar la senda más cercana al mar con sentido común y deteniéndote a contemplar la belleza que se ofrece a nuestros ojos.