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sábado, 16 de mayo de 2015

La impuntualidad política Es Tiempo de poner el reloj en hora y ser puntuales, dejando atrás las maneras toscas y caducas de la política tradicional que llevamos sufriendo es este país durante tanto tiempo. Desde mi punto de vista la impuntualidad tiene también su reflejo en los asuntos políticos. Por ejemplo en el tema del transfuguismo, algo quizá más habitual de lo que parece y un asunto muy cercano. Se trata, por ejemplo, de alguien que, disfrazado de lo que no es, tiene por objetivo engañar a sus votantes y a sus compañeros de cartel, que puede ser que se dejen, a sabiendas de con quien se juegan los cuartos, o sean ignorantes de la doble vida que llevan semejantes personajes. Son impuntuales consigo mismos por el hecho de no vivir de acuerdo con lo que realmente son y dejarlo para más adelante, cuando, a la vista de todos, muestran su impostura y se quitan la máscara. Son gente de poco fiar. Quien los incluye en sus filas está incurriendo en alimentar cierto grado de corruptela, que para mí supone el transfuguismo político. A Esperanza Aguirre le sirvió para convertirse en “la lideresa” y ver como a su alrededor le crecían los corruptos, elegidos por ella con ese ojo que tiene para rodearse de presuntos delincuentes, algo que dijo hace no mucho Barcenas el innombrable, refiriéndose a su persona. A nivel más modesto, descubrir a los tránsfugas locales puede servir para tener la certeza de a quien no hemos de votar por querer seguir tomándonos el pelo. Hay otras impuntualidades habituales, como la de prometer cosas banales habiendo necesidades inmediatas que cubrir. Prometer una piscina cubierta, por ejemplo, habiendo pueblos que aún no tienen agua corriente es tal contrasentido, que me parece muy fuera de lugar el plantearlo y más partiendo de una situación económica en las arcas públicas realmente desastrosa. Esto último me lleva a un tercer caso de impuntualidad muy extendido en estas últimas décadas. Es la de quien se ha aprovechado de su cargo para lucrase, favorecer sus intereses particulares o sus negocios y dejar luego los consistorios con deudas inasumibles, a las que nadie se atreve a auditar y denunciar su origen. Este tipo de impuntualidad es la argamasa en la que se ha ido construyendo la corrupción, que no viene de ahora, sino que ha sido una práctica habitual, sin solución de continuidad desde el franquismo. La desidia de quien viene detrás o la pereza, hacen que nunca se acabe de mirar bajo la alfombra de lo público para saber cuánta porquería se acumula bajo ella, tras años de esconderla. La opacidad, ese mal incurable que enseguida se extiende como un virus, es muy contagiosa y tropezar con ella y practicarla es demasiado común en la política. Otra impuntualidad bastante prepotente es descalificar a alguien por la edad, como si los políticos que pasan de los cincuenta fueran los únicos maestros para dar lecciones a los jóvenes que han decidido lanzarse al ruedo y mojarse por hacer algo distinto, proponiendo otra forma de ejercer el oficio de político. La situación que se vive en Andalucía está siendo un buen escaparate de ello. Piden responsabilidad para poder gobernar a quien pide, a su vez, responsabilidad para que no se siga defendiendo a los presuntos implicados en asuntos graves de corrupción. Me parece muy bien que no quieran dar su brazo a torcer en algo así, so pena de seguir como siempre, fagocitando todo lo que pueda suponer un cambio hacia la transparencia y la honestidad, que tanta falta hacen. Las descalificaciones que hacen los apoltronados los retratan como personajes que no tienen intención de cambiar absolutamente nada, ni dejar paso a ninguna idea nueva que pueda poner en peligro sus estatus y prebendas. Impuntuales son también los que por figurar son capaces de poner en un folleto sobre los Pueblos más Bonitos de España, su propia página web, donde todos los demás municipios participantes ponen las oficiales de sus oficinas de turismo o ayuntamientos. Es otra forma de enfocar el historial político hacia la gloria de convertirse sobre todo en un figurón, es decir alguien aficionado a salir en las fotos oficiales y que su nombre figure en los papeles. Otra impuntualidad muy habitual es la de quien no admite crítica sin sentir la necesidad de recurrir a la represión o el ordeno y mando y si no como se ha dicho siempre “mover los hilos necesarios” para quitarse de en medio las moscas cojoneras o los pepitos grillos que nos molestan, aunque digan la verdad. Por último hay también impuntuales literales de los que uno duda si alguna vez llegarán a punto a cualquier asunto realmente importante que se les cruce en su vida. De sabios es rectificar y lo que haya de ser será, pero si es cambiando estas formas de seguir haciendo lo mismo de siempre y más de lo mismo, mejor será para todos.