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sábado, 12 de diciembre de 2015

Vistas de Ainsa a diferentes horas del día, desde sitios diferentes

 

 
 
 
 
 



 

 

 

 

 
 

DIFÍCIL TESITURA


 

DIFÍCIL TESITURA
Tras los atentados de París, la primera respuesta del gobierno francés ha sido sentirse legitimado para bombardear Raqqa, ciudad a la que los radicales de DAESH (o Estado Islámico) consideran su capital. Ha sido una respuesta inmediata, producto de la indignación, totalmente visceral y que reproduce comportamientos anteriores que no han contribuido a mejorar ni cambiar la situación. Los sucesivos gobiernos de Francia, da igual socialistas que conservadores, decidieron de forma bastante inmediata su participación en Libia (con Sarkozy) y en distintos lugares de África (caso de Hollande), donde los intereses económicos y mineros de empresas francesas se consideraban prioritarios. Hollande a mi entender ha tenido desde el principio cierta tendencia a seguir una política exterior agresiva, demasiado proclive al uso de la de las armas a la menor oportunidad. La “Grandeur” de la Francia, ejemplo de democracia, con su libertad, igualdad y fraternidad como lemas a seguir, frente a la Francia de ticks colonialistas que le hacen intervenir, a la mínima ocasión, en sus antiguas colonias o allí donde intereses no del todo confesables les reclaman.
Siria, casualmente, fue un país bajo el mandato francés durante décadas. Allí se ha hecho grande el engendro nacido en la principal guerra propiciada en esa zona por los Estados Unidos, la de Irak. El mismo año de su comienzo, el 2003, surge el Estado Islámico, un grupo radical islámico suní que crecerá de forma acelerada tras la marcha de las tropas americanas, aprovechando el caos existente en el país y la debilidad de un gobierno incapaz de controlar un territorio sembrado de armas y con las fronteras convertidas en un coladero de yihadistas de múltiples nacionalidades y muchos de ellos con experiencia en situaciones bélicas. A ese crecimiento contibuye la complacencia e, incluso, la ayuda material de Arabia Saudí, país de mayoría suní, que tiene como mayor rival a Irán, país de mayoría chií, en quien siempre ha visto un enemigo. Algo parecido ocurre con Israel, para quien, claramente, Irán es el peligroso enemigo a batir y no desea bajo ningún concepto que avance en su programa nuclear y ve con muy malos ojos cualquier acercamiento de los Estados Unidos a la cuna del Chiismo.
Sea como fuere, el caso es que DAESH saltó de Irak a Siria con el propósito de crear un nuevo califato que reuniese todos los territorios que el Islam abarcó en los califatos medievales, desde Al-Andalus hasta el Extremo Oriente de Asia, una loca pretensión para la que han utilizado las formas más descabelladas de crueldad y destrucción. Se han hecho tristemente famosos por sus ejecuciones en masa, por las decapitaciones, por lanzar al vacío desde altos edificios a homosexuales, por intentar exterminar a los musulmanes chiíes de Irak y a los pueblos de otras religiones y por destruir de forma gratuita el patrimonio cultural y artístico más antiguo y rico de la tierra, el de Mesopotamia.
El Frankenstein que contribuyó a crear Estados Unidos en Afganistán, es decir Al Qaeda y el gobierno talibán, es ahora una Hidra de docenas de brazos y entre ellos DAESH, una especie de Godzilla destructor de todo lo que no es útil para su último propósito. Lo peor de todo es que han logrado hacerse con fuentes de financiación propias, como son la posesión de pozos de petróleo y ciudades en las que se han adueñado del dinero depositado en los bancos. Eso les permite pagar a yihadistas jóvenes a los que adiestran y que en muchos casos están dispuestos a morir matando. Estos proceden no solo de países mayoritariamente islámicos sino, también, de países europeos con amplias comunidades de esa religión. Nadie se explica como es posible enrolar a mujeres y hombres jóvenes para convertirles en parte de una maquinaria sin razón, donde su misión es matar, morir o, en el caso de las mujeres, someterse a una forma de vida totalmente esclava desde el punto de vista occidental.
¿De donde viene el odio suficiente para realizar acciones suicidas como las acontecidas en París, Nueva York, Madrid; por no hablar de esos mismos actos, repetidos docenas de veces en otros lugares de África y Asia, con menos ecos mediático, pero incluso con más muertos que en dos de los tres lugares nombrados?
No puede ser suficiente, aunque contribuya, la difusión por las redes sociales de ideas radicales. No puede serlo tampoco el hecho de crecer en barrios marginales y marginados, donde los porcentajes de paro son abismales entre los jóvenes y sus perspectivas de una vida digna, inexistentes. Tampoco debería serlo la falta de consideración y el racismo con el que las sociedades europeas tratan a los que no tienen consideración de autóctonos por el color de su piel, su religión o su lengua diferentes. Incluso, no debería ser motivo suficiente el hecho de contar con muertos en sus familias por acciones de guerra de los ejércitos occidentales o como resultado de las operaciones mal llamadas “quirúrgicas” de los drones fantasmas, que tanto se equivocan en sus objetivos. Tampoco el neocolonialismo que aplasta economías enteras y somete a la pobreza a las gentes de países ricos en materias primas, pero pobres de solemnidad por la desposesión de sus riquezas a manos de países europeos, americanos o asiáticos. Por último (aunque podría seguir la lista) tampoco el ejercicio descarado de una hipocresía peligrosa que ha llevado a apoyar golpes de estado contra gobiernos surgidos de las urnas por ser de carácter islámico, aunque no terroristas, como ocurrió en Argelia a fines de los ochenta y más recientemente en Egipto, con el beneplácito de los países de Occidente.
Todas estas “razones”, juntas o por separado son un cóctel muy potente de sinrazones para crear un clima del que surjan certezas, convicciones, desesperaciones y finalmente decisiones que van más allá de lo razonable.
Nadie entre nosotros apoya la extrema irracionalidad que anima al terrorismo ejercido por grupos como DAESH, pero responder a él con actos igual de terroristas que obedecen al ojo por ojo, nunca han solucionado nada en absoluto. Apoyar la lucha antiterrorista no tiene por qué ser ampliar aún más el espectro de la guerra, el mayor negocio de toda nuestra historia y bombardear, de forma “ciega”, objetivos militares.
En nuestro país, alguien que se ha apuntado de forma irreflexiva a esa solución ha sido Albert Rivera, poniéndose con ello a la altura de Aznar, uno de los que apostaron por iniciar el escenario que hoy tenemos. De las sandeces de Albiol poco hay que decir, aunque la confianza depositada en un racista xenófobo como él por el PP, nos dice mucho sobre la postura de los dirigentes de ese partido que soportaremos con prórroga incluida, hasta el mes que viene.
Esperemos que pronto se hable de otras soluciones, como la de cortar las fuentes de financiación externas e internas al terrorismo, llamar al orden con firmeza de una vez a los países que lo apoyan, combatir con eficacia su influencia en las redes sociales (algo más de lo que pueda hacer Anonymus). A esto habría que añadir la no criminalización de los refugiados y tomar en serio su acogida, así como intentar atajar las raíces profundas que alimentan el terrorismo en nuestros propios países y en los que lo sufren de forma permanente.
La guerra tal como la conciben los países de la OTAN y sus fans ya la hemos visto en Irak, Somalia, Libia, y también (hasta ahora en Siria) como para repetir otra vez el mismo craso error que no nos permita salir del agujero negro en el que estamos.
Es la tercera vez que veo a este magnífico dúo que forman Joaquín Pardinilla y Cossío.

 Me encanta su entrega, su entusiasmo, la calidez que muestran con el público.

 En cuanto tenga oportunidad, volveré a disfrutar de su música.

Las fotos pertenecen a la actuación que protagonizaron en la Casa de los Títeres de Abizanda, el día 7 de diciembre de este año.

Otra vez camino del invierno

 
Los rastros del otoño. Desguazados los troncos de los álamos, al menos dan asiento al hortelano que consume las nueces del nogal cercano.
 
 Desnudos, ya, los álamos son plumas grises tendidas hacia el cielo. Algunos se visten con la hiedra que trepa por su tronco y acabará por consumir sus cuerpos de gigante.




Parecen piedras blancas, adheridos a los troncos muertos que les dan cobijo. Algún hongo se funde con el plástico y lo engulle, incorporando su materia extraña a su concha invernal.

Las hojas de las plataneras parecen de cartón y caerán muy pronto, en cuanto el viento sople, aunque sea sin saña.

La luz del sol otorga calidez a los penachos de los juncos. Brillan intensamente sobre el oscuro fondo del pinar de Partara.

¿Qué harán en París y qué dirán? Que ha cambiado el clima es un hecho evidente. Esta flor de diciembre es solo una pequeña muestra. Y eso a pesar del hielo que asoma estas mañanas de final del otoño.
 Al otro lado de la valla, permanece quieta y lejos de los niños, sobre la hierba helada la pelota roja.
 
 Las mañanas brumosas muy cerca de la cola del pantano de Mediano. Las garzas
son esfinges en la orilla y los patos no paran de moverse por el cauce. Por las tardes el cielo enmarañado sobre el Ara se convierte en plata.

Las luces de la plaza son de invierno y la estrella que brilla en lo alto de la torre es la ficción repetida de un cuento que no cesa y que nos fagocita cada invierno.

A veces el cielo es un  rebaños de nubes caprichosas, rotas, deshilachadas.
Se recuestan sobre el azul del cielo y se pierden en oscuros perfiles de montañas.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Comenzado noviembre el color de las hojas de las hayas ya se ha vuelto marrón y forma almohadones inmensos en los que nos hundimos hasta las rodillas. En la ribera del Cinca, junto a  Aínsa, los chopos alcanzan su amarillo más intenso y la tierra humedecida es más oscura que durante el verano. No he podido visitar la pardina del señor como el año pasado, pero las fotos que he visto de los bosques entre Fanlo y Sarvisé mostraban un colorido mucho más intenso y variado que en el otoño pasado.  Tampoco he visitado Añisclo, ni Pineta, ni Ordesa, pero han estado en mi recuerdo cuando he paseado otros lugares. Los cielos del otoño son más nítidos y en ellos se pintan los rojos y rosados que iluminan la Peña, Setrales, las Sorores. Intento fotografiarlos una y otra vez, pero es frustrante saber que el ojo de la cámara nunca alcanza lo que los míos contemplan. Renuncio a fotografiar las flores, las mismas que llevo viendo meses. Sigue siendo primavera este otoño templado, así lo dice la flor del gordolobo y también las margaritas. Ya han desaparecido los boletus y entre familias enteras de lepistas nebularis que se van pudriendo, encuentro pies azules, rusiñoles que iluminan la negrura de la tierra, babosas blancas y negras que se mantienen tersas y también robellones, muy pocos, pero sanos. El encinar huele intensamente a humus. Las hojas de los árboles se van apelmazando y se mezclan entre sí para ser pronto tierra, cuando pase el invierno, el frío las deshaga y ya no desprendan ese olor penetrante que tanto me atrae. Ya no se ven mantis, ni escarabajos. A pesar del calor, las mariposas por fin se han escondido, también los abejorros, pero no los mosquitos que aún forman densas nubes sobre nuestras cabezas. La nieve sobre Monte Perdido cae y mengua por el calor del día. Los capullos en el rosal del jardín se han quedado esperando. Querían nacer pero parece que se quedarán así, en capullo, sin llegar a florecer, como si supieran que están fuera de tiempo, que el calor de estos días es engañoso. Ningún año es igual en sus otoños. Me han dicho que en Zaragoza hay cada vez más tiendas en las que venden setas. Yo mismo vi el otro día una en la que había boletus con aspecto de recién cogidos, robellones, muchardinas, trompetillas. Este año le ha tocado a Soria soportar la invasión de hordas de cogedores sin escrúpulos que las recogen de cualquier manera. Les pillaron con varios miles de kilos. Estaría bien erradicar esa forma de destrozar el monte, pero al `parecer hay quien está acostumbrado a ganarse la vida de esa forma depredadora, como ocurre también con los siluros que poco a poco van invadiendo los espacios que antes eran de las truchas, las carpas, los lucios… Será cosa de la globalización que tiene sus inconvenientes.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Paseo circular

Ainsa Casco Viejo
 
 
 
Los terreros del Soto
 
 
 
Borda solitaria y destejada
 
Barro muy transitado
 
 
 
 Raíces
 
El tiempo, la piedra y la mano de los hombres.

 
El asiento de los genios del hogar

 
Símbolos benefactores de la casa


 
Una vieja puerta de nogal
 Tejados de Usana
 
 La última rosa del otoño

 Litones
 Mirando a Guaso
 El sol se esconde
 La luna llena
 Ainsa, otra vez, adornada con sus luces


 

 

 

Cielos

 
 
 
Hay días en que las nubes tienen un aspecto raro, lo que me hace pensar que no es descabellado pensar que la siembra de nubes es un hecho que está sobre nuestras cabezas.
 
 


Atardeceres de otoño