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miércoles, 13 de agosto de 2014

EL ETERNO RETORNO


EL ETERNO RETORNO
Qué belleza encierra la juventud despierta, mezcla de ingenuidad y arrebatadas ganas de vivir. Nosotros somos, también, de aquellos que extirpamos, sin querer, su potencial valía, la que se  le supone a todo aquel que empieza a amar, a enfrentarse a cualquier autoridad, a querer afirmar su presencia sin tutelas.
Está en su derecho a equivocarse una y mil veces, a mandarnos a la mierda cuando les obligamos a callar. El orden no debiera merecer tanto la pena, si al imponerse mata lo espontáneo y si además se implanta sin razón suficiente, tan solo por costumbre o tradición o por amor al cómodo silencio irreflexivo.
¿Qué será de ellos cuando les toque decidir? ¿Qué hemos hecho nosotros con nuestras decisiones?
No hemos sido capaces siquiera de cambiar lo más cercano, nuestras viles rutinas laborales, nuestro desaseo mental, cargado de pereza, nuestro endeble compromiso de salón.
¿Cómo hacer frente a lo que se nos viene encima, si todo nos supera, hasta nosotros mismos?
Qué responder ante tamaña marea de corruptos, si en el fondo pensamos que haríamos lo mismo de tener ocasión, o que ya se entenderá con ellos la justicia?
Somos seres pasivos, todo lo más escépticos votantes (o no) sumidos en la inercia de que sea el azar quien nos redima de alcanzar otra vez la esclavitud que nos prometen sin ningún pudor.
Son ellos, los jóvenes de ahora, los presentes paganos y futuros de nuestra dejadez y confianza, nuestra drogadicción por alcanzar el bienestar que fue la zanahoria.
Se dan la mano los próceres que sueñan con un mundo sumiso de hombres y mujeres sometidos, que trabajen en cualquier condición sin decir nada, asumiendo que la desigualdad es el estado natural del ser humano, olvidando utopías, ignorando que fuimos pobres con dignidad y no unos pobres diablos que anhelan un trabajo degradante, que nos de, al menos, de comer.
El fascismo y el nazismo crecieron porque así lo quisieron quienes deseaban disponer de esclavos que nunca hicieran huelga, ni osasen escupir a la cara a sus verdugos. Los querían con la cabeza gacha.
En la Guerra Civil Española, las matanzas fueron espantosas, en Mérida, Sevilla, Badajoz, por todas partes, pero no podían acabar con todos, porque alguien tenía que empujar el arado en los campos, empuñar el martillo en las fraguas o picar la piedra en las canteras. Durante décadas hubo mano de obra casi esclava a disposición de instituciones del Estado, de empresas y de la Iglesia, que hacían sus pedidos a la carta. Para mí dieciséis y para mi cincuenta. Igual que en la carnicería, cuarto y mitad de obrero, palabra prohibida, por cierto. Hasta San José Obrero pasó a llamarse San José Artesano para adecuar las palabras a los tiempos oscuros del lenguaje. Ahora en estos nuevos tiempos se proscriben palabras como capitalismo. Plagan el lenguaje de eufemismos, para consumo de mentes alienadas, por la ignorancia, el miedo y por, más aún, la indiferencia.
A las bajadas brutales de salarios les llaman subidas moderadas, lo mismo que a las cuchillas de las concertinas, elementos pasivos de disuasión. Quien lo dice puede pasar en poco rato de rezar el rosario con fervor a impedir con el mismo fervor que los jueces no puedan acceder a conocer lo que sucede en los CIES (Centro de Internamiento de Emigrantes) o firmar una amnistía fiscal que libre a los canallas de pagar lo que adeudan al resto de los ciudadanos.
Lo que aflora, en el fondo, es el mismo deseo de siempre porque vuelva a notarse a las claras la existencia de castas. Sobre todo la de los dirigentes, dedicados a la ardua labor de enriquecerse por vías diferentes. La vía política es más lenta, pero igual de segura, para el avispado, que la de dedicarse a los negocios. Algunos combinan ambas vías, como es el caso del señor Cañete, empresario y político indistintamente. El paso por la política es temporal y si todo va bien y la carrera no se tuerce, llamando a las cosas por su nombre desde las tribunas, les espera algo más que un plato de lentejas; la certeza de que se jubilarán sin sobresaltos, inmunes a cualquier cataclismo que se lleve por delante al común de los mortales. Los consejos de administración están blindados y son el nido natural de muchos pájaros que obraron interesada y consecuentemente  cuando tuvieron ocasión. Favor con favor se paga y los demás a votar ¡qué gilipollas!.

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