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miércoles, 21 de agosto de 2013

Vista del fondeadero de iguafreda y el hotel de Cap Sa Sal

Pinos secos frente al mar (dos de mis fotos preferidas)

Barcas atracadas en la cala d´Aiguafreda


Poco antes de amanecer oigo la lluvia golpear contra la tela de la tienda. No es ningún aguacero. Espero a que escampe y antes de que salga el sol recojo la tienda y me pongo en marcha de nuevo, con el anorak encima, por si vuelve a llover de nuevo. El tramo de sendero hasta cap sa Sal es muy bonito y pasa junto a la Reserva Marina de Ses Negres. Los acantilados están a gran altura sobre el mar y consigo alguna de las fotos más bellas de estas primeras etapas. No encuentro obstáculos hasta que llego al entorno del hotel de Cap sa Sal, construido en un lugar insólito. Hay una valla antigua, que guarda en su recinto, entre otras cosas, un campo de tenis y unas viejas instalaciones deportivas, que parecen no haberse usado desde hace mucho tiempo. Me resulta muy engorroso saltar la valla con la mochila encima y el anorak puesto (ya que sigue chispeando), pero consigo salir de aquel recinto y voy a dar a una estrecha carretera asfaltada que muere en el hotel, donde a esas horas nadie da señales de vida, excepto la furgoneta de un repartidor que al parecer ha madrugado.
Hasta entonces, la luz para hacer fotos es muy poca y hasta que no llego a la cala de Aiguafreda no hay ninguna que me salga en condiciones. Al llegar a ese lugar arrecia la lluvia y agradezco que haya un bar abierto. Coincido en mi llegada con el panadero que trae repostería aún caliente, recién hecha. ¡Qué bien me sientan el café con leche, el zumo de naranja y el croissan. Después de ellos ya puedo tirar millas de nuevo. Además para definitivamente de llover y da gusto andar sin calor, con el fresquito que ha dejado la lluvia tras de sí.

El sendero, después de la playa de sa Riera se vuelve sinuoso y empinado, se convierte en un tobogán que sube y baja durante un buen rato. El color de la roca, quizá por efecto de la luz de atardecer se vuelve amarillento. Apuro tanto que se va poniendo oscuro, hasta que, casi, es de noche y me veo obligado a desplegar la tienda de campaña en un pinar, muy cerca del acantilado, junto al sendero que, a esas horas, ya no recorre nadie. Dejo atrás la Punta d´en Toni, la Punta des Pou, es Ulls de Llop y la Punta de la Creu. Hago noche muy cerca del Golfet des Mines y del Cap des Forn.



Los acantilados al sur de sa Riera


 Anochecer junto a los acantilados
Les Ull de Llop
La playa de Sa Riera


La playa de sa Riera es una playa pequeña, con un caserío de edificaciones bajas, que resulta agradable para repostar un rato y tras la larga caminata desde l´Escala, parar a comer un rato. Me apetecen unas gambas y unos espaghettis, que engullo con ganas, entre turistas franceses, nuevamente, que disfrutan la tarde que ya declina y que no resulta calurosa. Parece que la temporada aún flojea por lo que me cuenta el camarero. De allí A Begur hay poca distancia andando, pero como he de seguir por la costa, después del refrigerio, sigo mi camino, antes de que se ponga el sol definitivamente.

La playa de sa Riera es una playa pequeña, con un caserío de edificaciones bajas, que resulta agradable para repostar un rato y tras la larga caminata desde l´Escala, parar a comer un rato. Me apetecen unas gambas y unos espaghettis, que engullo con ganas, entre turistas franceses, nuevamente, que disfrutan la tarde que ya declina y que no resulta calurosa. Parece que la temporada aún flojea por lo que me cuenta el camarero. De allí A Begur hay poca distancia andando, pero como he de seguir por la costa, después del refrigerio, sigo mi camino, antes de que se ponga el sol definitivamente.

La playa de sa Riera es una playa pequeña, con un caserío de edificaciones bajas, que resulta agradable para repostar un rato y tras la larga caminata desde l´Escala, parar a comer un rato. Me apetecen unas gambas y unos espaghettis, que engullo con ganas, entre turistas franceses, nuevamente, que disfrutan la tarde que ya declina y que no resulta calurosa. Parece que la temporada aún flojea por lo que me cuenta el camarero. De allí A Begur hay poca distancia andando, pero como he de seguir por la costa, después del refrigerio, sigo mi camino, antes de que se ponga el sol definitivamente.