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jueves, 15 de agosto de 2013

L´Escala, a tiro de piedra y fin de etapa.


Al llegar a l´Escala, lo primero que veo  un restaurante gallego en lo alto de una calle, lo que después de diez horas de marcha comienza a remover mis jugos gástricos. En la misma vía del restaurante, pero más abajo, encuentro el hostal Poch, un lugar regentado por un padre y un hijo. Éste, a pesar de sus más de cuarenta años, parece tener que consultar todo, absolutamente todo, con su progenitor. Me hacen un buen precio por una habitación doble. Las camas tienen colchas floreadas de tonos rosados y la mesa no pueden ser más kitch, sin embargo la posibilidad de ducharme en una bañera, sin tener que cumplir antes con el ritual de montar la tienda de campaña e ir hasta el lugar de las duchas comunes, la disfruto con muchas ganas.



Después de esta experiencia, casi mística, Castell d´ Ampuries y L´Escala me parecieron remansos, en los que oigo hablar en catalán y en francés, respectivamente, por todos los lados. A mi paso por Castell (un precioso lugar), me pilla una tormenta de verano, que por fortuna amaina pronto. Allí me entero de que son poco más de las cuatro de la tarde y, aunque llevo más de nueve horas andando, se me hace temprano. Hago un intento de alquilar una habitación para esa noche, pero el dueño del establecimiento me dice que aunque le había quedado algo libre, aún no lo había limpiado y al parecer (esto no lo dijo) no tenía ninguna intención de hacerlo. Luego me enteré por una pareja que estaba presente cuando transcurrió la conversación, de que el hombre en cuestión era artista. “Entonces lo entiendo todo”, les dije. Entre Castell y L´Escala están las ruinas de Ampurias, la ciudad anterior a la ocupación romana más importante de toda la costa catalana. Dejo la visita para mejor ocasión.
El “camí” de ronda es uno de los tramos más bonitos y mejor cuidados que he encontrado hasta ahora. Gran parte de él se hace sobre un suelo de madera, bajo una auténtica bóveda de vegetación. Por allí me cruzo con “Fiti”, un chaval que va con una especie de kart, haciendo trompos y bruscas frenadas. Iba en busca de alguien, según me dijo. Se cruza varias veces conmigo y en cada una de ellas me pregunta algo. Tiene aspecto de ser muy vivo e inteligente.

El amigo "Fiti" en una de sus idas y venidas por el camí de ronda
El camí de ronda de  Castell a L´Escala, recien mojado

La playa de Castell d´Ampuries tas la tormenta. Al fondo Roses


Casualmente no me queda ninguna imagen sobre esos sitios, en los que, por fortuna, no me tocó aparcar. ¡Qué sabia es la naturaleza! Solo preserva con menor intensidad que otros recuerdos, los menos dignos de guardar en la memoria. Pero es, de nuevo una realidad de esta España, que hoy, más que nunca quieren convertir en país de camareros, croupiers y prostitutas (Que conste que no tengo nada contra ninguna de esas honorables profesiones), cargándose de paso la cultura, la investigación y todo lo demás que durante un tiempo nos ha dado apariencia de normalidad. Sigamos mimando a los alemanes y nórdicos (cuyos políticos nos dan abundantemente por el saco) y haciendo que este país vuelva a ser el servicio de Europa en todos los sentidos. Turismo a toda costa y a ser posible en toda la costa ¿Verdad Mister Paseo Militar-Cañete?

Comienza la ronde de campings. En varios kilómetros y junto a la enorme playa, hay más de media docena de ellos. Como todavía no había hecho camino suficiente, he dejado atrás el Bon Relax, muy cerca de San Pere Pescador, más tarde el de La Gaviota, el único que, quizás, podía haber tenido interés para mí. Luego he atravesado el de l´Amphora He entrado a preguntar en la recepción del Aquarius. En ese camping, como en todos los de alrededor, cobran por la parcela y, aunque no era tan cara como en los siguientes, me ha parecido demasiado costosa para mí solo, así que he seguido camino hacia los de las Dunas y la Ballena Alegre II. Ambos son inmensos y los dos tienen la apariencia de ser reductos o reservas hechas expresamente para acoger a turistas alemanes y holandeses, sobre todo. Todo parece montado para que se sientan como en casa, como si no hubiesen salido para nada de su país. El primero lo he atravesado desde la playa hasta la recepción, donde unos jóvenes uniformados atienden a los recién llegados antes de pasar al mostrador. Los precios, por supuesto, son mucho más prohibitivos que los de los anteriores.  Un chaval de los uniformados , de unos veintipocos y español, me ha parado para averiguar que pretendía yo. No me han gustado sus maneras porque me han hecho sentirme más extranjero que cualquiera de los que he visto en el trayecto desde la playa. Se lo he hecho ver y al final me ha pedido disculpas y ha reconocido que allí resulta más rara la presencia de gente como yo, es decir mochilero con pinta de peregrino santiaguero que las de los guiris, a los que tratan con toda consideración por el dinero que dejan, imagino. Ha sido un incidente desagradable, que se ha repetido cuando, en el mostrador, he preguntado los precios, a chicas con cara de muñeca, de esas que tanto abundaban en las noches de Lloret, cuando trabajé de camarero, hace más de veinte años.  Da la impresión de que allí estorba un poco el turismo pobretón de los aborígenes.
Entre uno y otro camping hay una macrodiscoteca pintada en azul, que llevaba el nombre de Fata Morgana y donde imagino que cogerán los jóvenes centroeuropeos unos "melocotones" de antología.
La desembocadura del Fluviá, que me obliga a dar un buen rodeo

Illa de Caramany, en el trayecto fluvial de San Pere Pescador a la playa.


A pesar de que me habían asegurado que ya no se cruzaría en mi camino a L´Escala ninguna desembocadura más de aiguamoll, resultó que si la había y el no poder cruzarla a pie me ha supuesto más de hora y media de camino extra. Eso sí “moll maco” todo el trayecto de más. Es la primera vez que veo que un banco (de esos que guardan dinero, me refiero), hace un favor desinteresadamente, al poner un banco (de sentarse) a su entrada, para que cualquiera pueda descansar un rato.
Después del largo paseo hasta San Pere Pescador, para volver casi al mismo punto me encuentro con un parado que viene desde Barcelona, haciendo el mismo recorrido que yo, pero de sur a norte. Le digo lo de la vuelta que he tenido que dar, pero él parece dispuesto a atravesar la desembocadura, aunque sea a nado. Me olvido de hacer una foto para inmortalizar ese momento. Me dice que como no tiene más que hacer, se le ha ocurrido emprender esa marcha. Me habla de playas muy acogedoras en las que ha pasado la noche y tras un rato corto de charla, nos despedimos.