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viernes, 25 de octubre de 2013



ESPAÑA SE VENDE, ESPAÑOLES INCLUIDOS.
Si escarbamos en la historia de este país, se puede constatar que ya en el siglo XVI, la riqueza que legítima o más bien ilegítimamente, los españoles expoliaban del continente americano, iba a parar en buena parte a los famosos banqueros alemanes Fugger y Wellsser, quienes entre otras cosas recibieron el monopolio de las minas de mercurio de Almadén, concesiones en Venezuela y una buena participación en las cantidades de oro y plata que llegaban de América hasta España. Esto lo obtuvieron gracias a la financiación de las guerras que los Austrias “españoles” mantuvieron en Europa para defender el catolicismo.
Lo de España en venta comenzó a ocurrir de manera más clara en el siglo XIX, cuando las minas de nuestro país fueron cedidas para ser explotadas por naciones como Francia e Inglaterra, que supieron sacar mayor partido a las materias primas, albergadas en nuestro subsuelo, que los propios españoles. No es difícil pensar que, como en algunos países africanos actuales, parte de las élites se enriquecieron con esa explotación de los recursos nacionales pero, como siempre, el producto de dicha cesión no tuvo repercusión en una mejora económica de la mayoría de los españoles. Franco cedió territorio español para que Estados Unidos estableciera las famosas “Bases Americanas”. A cambio supimos a qué sabía la leche en polvo, vimos multiplicarse los tractores por toda la geografía rural del país y comenzamos a usar los pesticidas para así vendernos un poco más, comprando los productos procedentes del imperio. Todo fuera por entrar de lleno en el libre mercado donde, como ya se sabe, el pez grande se come al chico e impera la ley del más fuerte.
Cuando se inició el boom turístico se desató una competencia feroz por vender terrenos a los guiris. Desde finales de los cincuenta no ha habido otro negocio tan lucrativo, tan recurrente, tan corrompido y persistente como el de la construcción. Al principio sobre todo en la costa, pero a partir de los años noventa en cualquier rincón de nuestra geografía. No creo que se tenga una noción clara ni estadística de cuantas propiedades acumulan compradores extranjeros en nuestro país. Es curioso e irritante que mientras se estaba desahuciando a tantas familias españolas, se estuviese ofreciendo la nacionalidad a quienes comprasen propiedades por valor de 160000 euros o superior. Está claro que en estos tiempos para lo único que no existen fronteras es para el dinero. Si ya lo sabíamos de antes, después de la entrada en el Euro ya no tuvimos duda.
Hoy todo lo público está en venta o más bien se está desmantelando, se está volatilizando para dejar paso al paraíso de los buitres que nos venderán una sanidad privada impagable, una enseñanza privada inalcanzable para la mayoría y una vejez llena de sobresaltos que ayude a bajar las altas cotas de esperanza de vida alcanzadas en países como el nuestro por cualquiera, aunque no se pase el día jugando al golf ni en el club de tenis.
Los desmanes se acumulan, se amontonan y en menos de una semana vemos a Rajoy vender las bendiciones de una España plagada de trabajadores dóciles y domados ante los inversores japoneses, a los que asegura que los salarios no tienen parangón y están en el punto justo para invertir sin sobresaltos. La Sorayita sale en plan muñeco diabólico, anunciando que hay medio millón de parados que son defraudadores. No solo es mentira, sino que ella se ratifica por no dar su brazo a torcer, como ya es habitual. Mientras, se desmantelan todos los grupos policiales que investigan los casos de corrupción más escandalosos, el de la Gurtel, el de Bárcenas, los de Urdangarín y la Infanta Cristina. A qué nivel de abyección se está llegando. El que Albert Pla diga que le da asco ser español no debiera chocar a nadie porque si la marca España lleva aparejada tanta insensatez, tanta mentira, tanta opacidad, tanta represión, tanta mierda acumulada en suma, es para sentir asco hasta vomitar.
Para rematar la jugada sale el marciano de Botín anunciando que en España está entrando dinero a espuertas y une su voz a la de los que aseguran que la crisis se acaba. Está claro que para los cuarenta mil nuevos millonarios de este país (entre los cuales a buen seguro habrá unos cuantos políticos), ni siquiera ha empezado. Para los miles de trabajadores de Fagor y de Panrico, recién empieza ahora, cuando Botín desde su platillo volante, a salvo del olor acre que desprende la pobreza y despreciando, como siempre lo ha hecho, a todos los españoles que no son pudientes, anuncia que la juerga continúa y que los que compran y venden el país pueden estar tranquilos, porque el cortijo sigue siendo rentable para los especuladores y chorizos de altos vuelos. Dice además estar muy contento con el fichaje de Rato. La verdadera razón se la calla y es que ambos tienen el mismo nivel de desprecio y de indiferencia por lo que le pueda pasar a los millones de españolas y españoles a los que hoy están vendiendo como si fueran parte de su propiedad, a la que no maltratan, sino con la que simplemente hacen negocio. Son solo negocios, aunque sean más sucios y malolientes que los purines y en ellos se den la mano con los Slims, Warren Buffets, Ortegas y demás grandes delincuentes que manejan el mundo a su antojo, con la ayuda de peones; políticos tan sordos como ellos que cogen las migajas de la mesa como perros fieles que esperan el mendrugo de sus amos y corean lo que quieren oír sus pagadores, a cuya mesa aspiran a sentarse para ser otro más de los que tiene el privilegio de olvidar para siempre, definitivamente, que no hay nada más en este mundo que dinero y poder y alguien, muchos a ser posible, anónimo al que poder joder cuando lo ejercen y mejor además si están amordazados.