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domingo, 29 de septiembre de 2013









Por inundar de agua las riberas,
y repoblar de pinos las laderas,
llegó la soledad para habitar
las heridas abiertas de las casas.

La rapiña se cebó en los dinteles,
los arcos, y el alma de madera.

Viento y lluvia hicieron el resto.

Veinte años resiste una familia
junto al esqueleto descarnado
de lo que fue su pueblo.

1 comentario:

  1. Del hogar en silencio, no deseado
    El rescoldo guardado, da su calor al tiempo esperado

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