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domingo, 26 de mayo de 2013

¿Lo de las dos Españas sigue vigente?

¿A la España del “orden” va siempre asociada la del dinero, la del ultracatolicismo, la de las élites corruptas que no ven en la corrupción nada anormal, sino una forma natural de desenvolverse, a la que no se ha podido poner coto durante generaciones?

El “que se jodan” de Andrea Fabra no es más que una expresión natural, al dictado de su genética. Todos los que no opinan como ella y que se ven afectados por las infames medidas de sus jefes de filas, en materia laboral, sanitaria o social, que no pueden pagar la hipoteca de su casa o hacer frente al pago de sus medicamentos ¡que se jodan¡ Al fin y al cabo es lo que ha visto en su propia casa desde hace mucho tiempo.

¿Por qué Cotino había de responder a las preguntas de Jordi Évole en “Salvados”, si se ha acostumbrado a lo contrario toda su vida? Quiero decir a no dar la cara ante ningún organismo público, ni ante las posibles víctimas de sus decisiones políticas.

Desde la época dorada del caciquismo, hace más de cien años, hemos sufrido en España periodos más largos de autoritarismo y ordeno y mando que de implantación de un mínimo de libertades y un gobierno de tintes democráticos. Entre las dictaduras de Primo de Rivera y Franco suman más de cincuenta años de autocracia, en la que los adictos al régimen, no solo mandaban en lo político sin cortapisas, sino que controlaban la economía a través del nepotismo y del amiguismo.

La Segunda República no duró lo suficiente para alcanzar ninguna de sus aspiraciones de verdadero cambio, ni la reforma agraria, ni la introducción en España del laicismo, ni la sustitución del papel que jugaba la Iglesia en la educación por un sistema enteramente público de enseñanza, ni la desaparición definitiva de la monarquía como forma de Estado.

La muerte de Franco no supuso el fin de la dictadura porque gran parte de sus estructuras quedaron a salvo. La Constitución fue un documento de mínimos, tutelado por algunos de los próceres del régimen franquista, que quedaron a salvo, entre otras cosas, del enjuiciamiento por su participación en una dictadura que encarceló, mató y torturó durante cuatro décadas, sin aplicar la ley en muchos de los casos. España hoy en día es una excepción entre los países en los que ha habido una guerra civil y luego se ha investigado para depurar responsabilidades o al menos llegar a conocer qué pasó y donde están los muertos y desaparecidos.

Tampoco se puso en cuestión la forma de hacer política a base de favorecer primero a la familia, luego al círculo de amistades y, en toda ocasión, doblegados a las alianzas, no escritas, de clase o de pertenencia a la base ideológica y sociológica del franquismo. Por otra parte, los partidos, prácticamente casi todos, se guiaron por un protagonismo indiscutible de sus líderes, por encima de una concepción verdaderamente democrática de su funcionamiento. Se nos ha hecho creer y así ha sido además, que no existe otra forma de participar en democracia que no sea alineándose bajo la bandera de alguno de los partidos existentes. En todo caso para participar en el principal acto que identifica las democracias (la elecciones), hay que hacerlo votando al menos malo de los existentes. De esta forma hemos llegado en este país a ser todos gobernados por una mayoría absoluta que no representa casi ni a la tercera parte de los posibles votantes. Pienso que cualquier mayoría absoluta es una aberración, sobre todo cuando, como en  nuestro caso, se dedica al ejercicio del poder sin diálogo, sin consenso con los demás grupos políticos que, aunque tengan menor representación parlamentaria, suman un mayor número de votantes. Esto es buena muestra de que la ley electoral no es proporcional  y debe ser cambiada por otra más justa y equilibrada. Además de ello habrá que contar con la representatividad de colectivos ciudadanos no adscritos a una tendencia política determinada (llámese movimiento 15M o la Marea del color que sea)

Por otra parte la excesiva influencia de la Iglesia, ejercida a través de ministros ultracatólicos pertenecientes al Opus y otros muy complacientes con las ideas de los altos jerarcas eclesiásticos, está llegando a su límite, al conseguir que retrocedamos unas cuantas décadas en el progreso de las libertades ciudadanas.

Esto es algo obvio en la educación, donde han logrado a través del meapilas de Wert reintroducir la Religión como una asignatura casi al nivel de las Matemáticas, la Lengua o los idiomas. El PSOE, que amenaza ahora con denunciar los acuerdos con la Santa Sede, fue incapaz de poner a la Iglesia en su sitio, es decir en sus iglesias y en la práctica voluntaria del culto y desterrarla de la enseñanza pública, donde ahora se dedicará de nuevo a adoctrinar a nuestro jóvenes con sus arcaicas ideas sobre los más diversos asuntos. También ocurre en el tema del aborto, donde le Iglesia impone su fanática visión por encima de la libertad de elegir de las mujeres, sin que hasta ahora se hayan juzgado los casos de pederastia que ha habido también en nuestro país y se permiten comparar los actos indecentes de abusos de menores con el pecado nefando del aborto. Gallardón también se arrodilla ante la "Santa Madre" como es evidente.

Mientras tanto, esa jerarquía es capaz de llamar a la policía para desalojar de la catedral de la Almudena a los que protestan por los desahucios, a la par que, a la chita callando, se hacen con cientos de edificios que, ladinamente, han reclamado, porque al parecer no tenían dueño legal reconocido. Son una de las instituciones  que mayor cantidad de inmuebles acumula y siguen quedándose con un buen pellizco de nuestros impuestos por la vía de las declaraciones de Hacienda. Está visto que ese evangelio que no sé si predican, pero que sigue siendo su libro de cabecera, se lo pasan por el forro y prefieren pensar que es fácil eso de que un camello pase por la cabeza de una aguja.

Está claro que cuanta más cancha se les da, más aumenta su ambición, que se ve satisfecha, porque esa alianza que sellaron la Iglesia y el franquismo, se mantiene viva en la que sostiene hoy en día con el gobierno del Partido Popular.  Nos quieren llevar a todos por la senda recta de la virtud, alejarnos del pecado y hacernos bailar a ritmo del catecismo resucitado. Imagino que el siguiente paso será restablecer la santa inquisición con el beneplácito del ministro del interior, Jorge Fernández Díaz, hombre muy devoto y comprensivo con los designios divinos, interpretados, claro está por sus representantes más directos en nuestra tierra, es decir el cardenal Rouco Varela y Martinez Camino, el tieso portavoz de la Conferencia Episcopal

                                                                                                      

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