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lunes, 29 de agosto de 2011

El gran juego

El gran juego


Hace ya mucho tiempo que el sol nos alumbra y nos da calor. Lo conocen bien los touaregs y los hombres del Sahel. También los duros habitantes de las altiplanicies asiáticas o americanas. Lo llevan grabado en la tez, que se va arrugando como las manzanas, al calor y el frío de la intemperie.

¿Cuántos de los pueblos arrinconados están ausentes?

Más de uno y más de ciento, si nos paramos a pensar un poco. El abrir caminos al conocimiento y la posesión se convirtió en una competición para los países en liza.

Leía hoy lo del cambio climático en Rusia y el efecto que causa en los osos y en los erizos, sobre todo.

Un juguete la tierra para seguir jugando con él de la manera en que lo hacemos?

Inglaterra se hizo con “la Joya de la Corona” y la reina Victoria se convirtió en emperatriz.
Ella, como un negociante británico más, tenía participación en el negocio del opio.
La adormidera se cultivaba en India y luego se exportaba. A pesar de las protestas de los chinos, el sagrado mercado libre invadió China con esta droga, a la que se consideraba un objeto más de compraventa, tan inofensiva y tan legal como el comercio de armas.

Entonces, como hoy ocurre con los Estados Unidos, nadie discutía la supremacía de Inglaterra y no solo callaron, sino que aprovecharon la ocasión para hacerse con algún cado de aquel gran mercado.

Hoy la historia se repite, pero los actores, aunque son los mismos, han intercambiado sus papeles estelares.

DESDE LA ALTURA

DESDE LA ALTURA

Imágenes nocturnas del planeta. Norteamérica y Europa rebañadas en luz, a vista de satélite. Oscura vastedad del corazón de África y la gran tripa de América del Sur. Se apiña la blancura en el extremo sur y este de Asia y a oscuras permanecen las estepas, los desiertos y las altas planicies del gran Tibet.
La intensidad de luz en nuestro globo marca aquellos lugares donde más y menos pueden llegar a verse las estrellas.

Sin duda, hoy somos más los que alumbramos de forma artificial la noche, incluso para adornar los monumentos y dar más valor a la postal que al inútil gesto del derroche.
Guerras interminables por controlar la energía e iluminar cada vez más espacio de la noche.
Junto a las costas atestadas de luces será difícil ver el tsunami lento al que ayudamos.
Se apagarán un día, bajo el agua, las farolas de los malecones, se cubrirán las costas con agua de deshielo y no solo Venecia ahogará sus torres y palacios bajo el fluir del agua. Serán, en esas fotos tomadas desde el cielo, candelas apagadas por un tiempo en que urge a poner remedio, cuando aún es un deseo el no herir más este hogar del que no somos dueños.


13-1-2007

EL ABANDONO DE LA EXISTENCIA, 31.10.06

EL ABANDONO DE LA EXISTENCIA, 31.10.06



Abandonar la existencia siempre es prematuro. Querríamos prolongar nuestra vida, a pesar de todo, mas allá del tiempo que nos ha tocado en suerte.

Desde muy antiguo, los humanos rodean sus cadáveres de flores, alimentos y objetos que les han servido en vida, con la esperanza de que aún puedan ser útiles en ese lugar que ninguno de los vivos conoce.
Se embalsama a los muertos y se les congela. En eso no hemos cambiado desde el Nenderthal. Deseamos que quede entre nosotros para siempre la inteligencia del sabio, el genio del artista único, el carisma de los hombres públicos notables, la fuerza vital de los deportistas más admirados...
Sabemos, sin embargo, que somos igual que las manzanas, o cualquier otro fruto que caerá del árbol, se sumará a la tierra y seguirá, de forma diferente, formando parte de un todo que no deja nunca de cambiar.

Lo que no podemos soportar es la idea de dejar de ser protagonistas, de no seguir habitando un curepo que, en su día, resultó ser hermoso y nos proporcionó placer, de saber que el resto de humanos seguirá lo mismo sin nosotros, buscando una manera de prolongar la vida sin tener que abandonar de forma prematura la existencia.