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lunes, 11 de julio de 2011

UNA HORMIGA EN LOS MONEGROS

UNA HORMIGA EN LOS MONEGROS


            La inmensidad se pierde, una neblina roja de piedra carcomida, desecha en polvo, suspendido, flotante. El extraño animal camina lentamente, sus ojos no ven pero, por ellos, otros seres lejanos miran el paisaje y analizan cada roca, cada indicio.

Marte asoma en el alba del humano en  forma de guerrero y de planeta
Una esfera roja despierta en el cielo en cada crepúsculo al llegar el azul profundo de la noche.

Un dios impulsivo alienta al combate y los humanos, mientras, le hacen la corte. Como  si jamás hubiéramos sabido de Homero.

Mientras los poetas cantan a la luna, Marte permanece oculto.
Aún Julio Verne puso el límite de su viaje espacial en la luna.
Marte surgió como nueva frontera en los inicios de la Ciencia  Ficción.
Seres extraños, verdes, de lenguajes indescifrables y con diversas intenciones en el fin de su viaje. También con diversa suerte en su destino terráqueo.
En la televisión, “Los Invasores” o “Perdidos en el Espacio” fueron diferentes paisajes en la exploración de posibilidades. Mientras tanto, la exploración de Marte ya era un objetivo.

¿Qué buscan los humanos en Marte?
¿Lo mismo que en la Tierra?

En la tierra los humanos buscamos los sueños, gozar de la montaña
y sus senderos, navegar en el mar lejos de toda playa, dibujar caminos en la espuma, llegar a las más altas cumbres con nuestro aliento solo, atravesar desiertos y contemplar sus noches frías de cristal, con la bóveda oscura cuajada y rebosante de guiños brillantes.

Bajar ríos de vida y no de lodazal.
Acariciar riberas de sarga o de manglar.
Soñamos una tierra que sirva de hogar a todos los humanos y en la que muchos no tengan que conformarse con vivir soñando sobrevivir tan solo.
Mientras tanto el artilugio va recogiendo muestras diminutas, que se procesan a gran velocidad para mantener la tensión de la noticia con cada descubrimiento.

Soñamos que el agua nos siga regalando su materia. Aunque se muestre violenta, a veces, como producto de un clima inesperado que no acertamos a explicar hasta que miramos hacía la tierra desde el espacio.

El maltrato a la tierra es constante.

Mirad hacia el Sahara desde arriba.
En las fotografías de los satélites los desiertos aparecen en rojo.
Si pudiéramos echar hacia atrás la  misma mirada  diez mil años, veríamos que el color era otro y había ríos en el altivo Hoggar o el Tibesti.

Miremos también los colores que cambian en el globo porque se destruyen espacios con avidez, de bosque o de selva, buscando lo que las entrañas de la tierra albergan.

Somos humanos, mujeres y hombres, seres que navegan en la deriva ordenada de un planeta que gira doblemente. Sin saber hasta cuando estaremos aquí. Solo sabemos que seremos partículas del cosmos algún día, porque no es otra cosa la muerte  la vida en suspenso que deja su estela.

Mas, antes de que llegue ese momento, paremos a tomarle el pulso a la Tierra y oigamos lo que dice dentro.

Buscar otros planetas. Seguir el esquilme de éste.

¡Qué gran paradoja!